Después de casi 30 años de columnistas, cosmopolitans y caminatas imposibles con stilettos por Manhattan, Sarah Jessica Parker le dice adiós para siempre a Carrie Bradshaw, el personaje que la convirtió en ícono mundial. La despedida llegó con el último capítulo de And Just Like That, cierre de ciclo para una figura televisiva que rompió moldes y moldeó una era.

Lejos de los clichés románticos que marcaron parte de la serie original, el final deja a una Carrie madura, que renuncia al final feliz tradicional para encontrarse consigo misma. Con un inodoro atascado como insólito símbolo de cierre, la escena más poderosa no fue escatológica, sino emocional: Carrie bailando sola, bajo la voz grave de Barry White, en un apartamento donde por fin encontró paz.

Más allá de las controversias que rodearon el desenlace, la huella cultural que deja Carrie es indiscutible. Con ella, Sarah Jessica Parker elevó a su personaje a la categoría de mito pop, una mujer que abrazó la contradicción, amó con intensidad, se vistió sin pedir permiso y aprendió a elegirse a sí misma. Una despedida que, más que un final, es un legado.