Mientras la banda Kchiporros enfrenta una ola de críticas por haber tocado en la fiesta de 15 años de la hija de Justo Zacarías y la diputada Rocío Abed, el músico Ricardo Flecha irrumpió en el debate con una postura firme que sacudió la narrativa predominante. En entrevista con la 680 AM, defendió el derecho de los artistas a trabajar sin ser criminalizados por el contexto de quienes los contratan. “No voy a condenar a nadie por tocar en una fiesta para sobrevivir. Cada uno elige cómo vivir de su arte”, expresó.

Flecha fue más allá del caso puntual y aprovechó para cuestionar el enfoque selectivo con que la sociedad reacciona frente a la corrupción. “Seguimos apuntando al eslabón más débil, al músico, mientras callamos ante las verdaderas estructuras de poder que sostienen a los corruptos”, disparó. Su mirada busca correr el foco del artista como blanco fácil y redirigirlo hacia quienes realmente manejan el aparato de impunidad desde hace décadas.

Con su intervención, Ricardo Flecha no solo salió en defensa de sus colegas, sino que también puso en evidencia una verdad incómoda: en Paraguay, muchas veces es más fácil cañear al que canta que al que roba. En un país donde las grietas sociales se ensanchan y la hipocresía se normaliza, su voz se alza como un llamado a revisar nuestras prioridades a la hora de juzgar.