El escándalo protagonizado por Fernanda Robles, periodista de El Trece, sigue creciendo sin freno. Todo comenzó cuando, en un enlace en vivo, humilló públicamente al cronista novato Wilian Emery por equivocarse con su nombre, y pidió que no se lo contratara, sugiriendo incluso que “regrese a la facultad”. Lo que parecía un momento incómodo rápidamente se transformó en una bola de nieve mediática. Ahora, la polémica cruzó fronteras, una influencer mexicana, muy parecida físicamente a Robles, denunció haber recibido una oleada de insultos por la confusión. “No soy Fernanda Robles”, dijo en sus redes.

Mientras tanto, la presión sobre la verdadera Robles no cede. Las redes sociales están inundadas de mensajes exigiendo su despido inmediato de El Trece, señalando su trato despectivo y poco ético hacia un colega en su primer día de trabajo. El repudio ha sido tan masivo que la periodista optó por cerrar su cuenta en X (ex Twitter) para evitar seguir recibiendo críticas. Su silencio virtual, lejos de calmar las aguas, parece haber reforzado el malestar del público.

El Trece, por su parte, no ha emitido un comunicado oficial al respecto, mientras la imagen de Robles se desgasta a velocidad récord. La comunidad periodística y los televidentes exigen una disculpa pública o medidas concretas del canal. La situación plantea un debate más profundo sobre los límites del ego en pantalla y el trato a los trabajadores en formación, en un mundo donde todo, especialmente los errores, queda registrado y viralizado en cuestión de segundos.