El Club Centenario, una de las instituciones históricas del país con 88 años de trayectoria, vive uno de sus momentos más turbulentos. La dirigencia decidió sumar tres años más de suspensión a Alfredo A. Jaeggli, socio fundador y financista histórico, alcanzando un total de cinco años, tras un reclamo vinculado a dos décadas de contribuciones y participación activa. La medida generó un fuerte repudio dentro y fuera del club, por considerarse extrema y desmedida frente a un miembro emblemático de la institución.

La sanción no solo afecta a Jaeggli en lo personal, sino que también lo obligó a renunciar a un derecho que le correspondía, lo que despertó cuestionamientos sobre la transparencia y el estilo de manejo interno del club. Para muchos, este episodio evidencia prácticas autoritarias y arbitrarias que varios creían superadas, y expone una grieta profunda entre la dirigencia y los socios. La ausencia de pronunciamiento de los 32 mil asociados hasta ahora acentúa la sensación de desconexión y genera incertidumbre sobre la postura de la comunidad institucional.

Expertos y allegados al Club Centenario advierten que este caso marca un antes y un después y llama a una revisión urgente de normas, sanciones y el ejercicio del poder interno. Más allá de la sanción individual, la polémica deja en evidencia un dilema central, ¿se prioriza la tradición y el respeto por los fundadores o se imponen medidas que podrían interpretarse como abuso de autoridad? La respuesta, por ahora, sigue siendo incierta.