La escena musical paraguaya encuentra en Izza Aquino a una voz que no solo canta, sino que se juega la vida en cada nota. Lejos de los caminos fáciles, su historia comenzó con una pregunta que pocos se atreven a hacerse: “¿Qué haría si mañana muero?”. La respuesta fue clara: hacer música, contar su historia, dejar huella. Desde entonces, su carrera es un acto de fe en el arte, pero también en sí misma.

Izza no es producto del azar ni de la moda. Sus influencias van desde la guitarra magistral de Berta Rojas y la melancolía de José Asunción Flores, hasta la energía contemporánea de Kchiporros y la cumbia popular. Su sonido es una fusión honesta entre lo clásico y lo urbano, y su identidad artística florece con fuerza propia.

Entre sus composiciones, destaca “Opuestos”, un tema de R&B que, según la cantante, marcó “un antes y un después” en su vida. En él, no solo explora géneros, sino que desnuda emociones. Porque para Izza, la música no es solo técnica, es catarsis y es espejo. “Canto mi realidad, lo que siento en el momento, sea frustración o alegría”, asegura con la convicción de quien canta lo que otros callan.

Pero el camino no ha sido fácil. Uno de sus mayores desafíos ha sido lograr que su arte sea también un medio de vida. Hacer rentable su música en Paraguay le ha costado sacrificios y resistencia emocional. A las críticas, dice, les presta atención solo si vienen con intención de construir: “Cada uno da lo que es. Yo siempre doy lo mejor de mí”, afirma con firmeza.

A quienes sueñan con seguir una carrera musical, Izza no les regala fórmulas mágicas, les da una verdad simple pero poderosa: “Hacelo. Pedí, tocá puertas, hablá. Es mejor quedarse con la anécdota que con las ganas”. Y esa, quizás, es la clave de su autenticidad, canta porque quiere vivir y vivir, para ella, es hacer música.